Hoy estuve viendo en Discovery Channel un programa donde mostraban casos de personas que nacen con genitales diferentes a la norma esperada y los problemas clínicos, psicológicos y sociales relacionados con eso.
Aunque la mayoría de la población se considera situada en alguno de los extremos masculino o femenino, resulta que lo que cada individuo tiene es una gradación entre ambos. Lo puramente masculino y lo puramente femenino existen sólo en la teoría. En la realidad, la naturaleza exhibe toda la gama de posibilidades.
A despecho de nuestras expectativas culturales, donde cada cosa tiene que ser como se nos ha enseñado que debe ser, la naturaleza simplemente es. Como siempre ha sido.
Para mucha gente con creencias religiosas, la teoría de la evolución es un tabú del que se enteran sólamente a través de las versiones destiladas por sus pastores. Quizás porque es más cómodo que nos den las respuestas que intentar hallarla nosotros mismos.
Mucha de esa gente, si se lo preguntan, posiblemente dirá que la teoría de la evolución es la que dice que el hombre desciende del mono (y, como les parece que no concuerda con las sagradas escrituras, la consideran falsa, como pasó con el caso de la tierra redonda y la tierra girando alrededor del sol).
Las versiones de muchos líderes religiosos (y políticos) sobre lo que dicen sus supuestos rivales no suele ser la más fidedigna. No es cierto que la teoría de la evolución diga que el hombre descienda del mono. Es simplemente un modo divertido de tratar un tema para que nadie lo tome en serio.
Lo que dice, en realidad, es que cada especie presenta rasgos determinados por su supervivencia en el ambiente en que habita. Que en la reproducción, la naturaleza permite que los hijos tengan ligeras variaciones (llamadas mutaciones) respecto a sus padres. Si esas variaciones les otorgan ventajas para sobrevivir y reproducirse, entonces tenderán a perpetuarse. Si no, quedarán en el camino.
De ese modo, lo que somos es el resultado de ensayos de prueba y error realizados en todas las numerosas generaciones que nos precedieron. Somos resultado de una fuerza vital que nos impulsa adelante, pero también de un ambiente que nos va moldeando.
Del mismo modo que los criadores de rosas, caballos de carrera, perros, etc, que otorgan ventajas reproductivas arbitrariamente sobre los individuos que consideran más bellos, rápidos o distinguidos, el ambiente lo hace sobre los individuos que en él habitan. Su criterio: prospera el que mejor se adapta.
¿Quiénes somos los humanos para juzgar a la naturaleza?, ¿para decir si algo es más bello, rápido o distinguido?. O si algo es bueno o malo. Esos son solamente inventos humanos. Lo que es, si es, prosperará, así a los humanos les parezca poco bello o distinguido.
Hay niñas que nacen con un clítoris tan grande que con el tiempo parece un pene pequeño. Hay niños que nacen con una vulva y que con el tiempo desarrollan senos. No es completamente cierto que los individuos con cromosomas XY sean hombres y los que tienen cromosomas XX sean mujeres. Todos tenemos de todo, mezclados en cierto grado. Son las propuestas de la naturaleza. Eventualmente prosperará alguna. Ni buenas ni malas, simplemente propuestas.
Hasta hace unos años, se seguía el consejo médico de tratar esos casos clínicamente, como deformaciones genitales. Pensaban que si no hacían algo, la criatura podría verse limitada física y psicológicamente en su vida social. Los padres asentían. Los niños eran mutilados.
En realidad, no lo hacían por los niños. Lo hacían por la sociedad. Por lo que ellos consideraban que era lo mejor socialmente.
Hoy, esos niños pueden hablar. Tienen en sus primeros recuerdos el paso por los quirófanos, el estar expuestos a desconocidos, el sentir dolor en sus genitales. Hubieran querido decidir por sí mismos sobre su propio cuerpo.
Porque, ¿quién es la sociedad para juzgar a la naturaleza?. Lo que es, si es, prosperará.
Con nuestras culturas y sociedades pretendemos crear ambientes artificiales, que presuntuosamente suponemos por encima del natural. Creamos reglas y estándares completamente arbitrarios que sin embargo defendemos como verdades evidentes. Y que llenan nuestras mentes de prejuicios y expectativas. Y sufrimos, cuando esas expectativas chocan con la realidad.
Hoy, las personas se están haciendo más preguntas sobre la forma en que vivimos. Sobre qué tanto de lo que creemos verdad tiene más asidero que nuestros prejuicios y expectativas sociales (las cuales son vulnerables a intereses menos nobles que los de la naturaleza).
Quiénes somos. Cómo vivimos. Cómo podemos vivir. Aunque puede no ser cómodo, es mejor tratar de encontrar nuestras propias respuestas.